“El
gocho pa’l 88”
A Carlos Andrés Pérez lo
vi por primera vez siendo candidato presidencial en 1973. Era ese CAP enérgico,
súper dinámico, que atraía a inmensas masas de todas las clases sociales.
Fue un sábado cuando desde
el balcón de mi apartamento, de Socorro a Calero (parroquia Candelaria) y con
plena vista sobre la avenida Urdaneta de Caracas- la torre financiera Latina,
en construcción, tapó luego nuestra vista- lo vi pasar raudo y veloz.
No sentí por él ni frío ni
calor, yo simpatizaba con la izquierda, y con sus perdedores candidatos como
José Vicente Rangel y Teodoro Petkoff. Siempre perdía mis votos, pero seguía
votando así. Afortunadamente, y eso da paz a mi conciencia, nunca voté por
Chávez ni por los partidos que lo apoyaron, lo consideraba –y aun hoy lo creo-
un simple golpista, militar autoritario y nada revolucionario, mucho menos de
ideología de izquierda ni socialista.
Ese sábado se cumplía una
marcha de mujeres con CAP, vi la adoración de las féminas que por miles de
miles acompañaron al aspirante presidencial, convertido poco después en uno de
los mandatarios más populares de Venezuela y con gran repercusión
internacional. Todo un líder, que contó
con la suerte de tener el precio del barril de crudo en alza constante.
Siendo ya presidente, me
tocó cubrir los últimos meses de su mandato, y pude ver en Miraflores una visita
que, según supe, hacían con cierta regularidad: en el propio despacho
mirafloriano y con CAP al frente del escritorio presidencial, nada más y nada
menos que a Marcel Granier y Gustavo Cisneros, para esa época cuñados y amigos.
Fue más fácil para mí atar
los cabos de por qué empresarios como Cisneros, pasaron de ser exitosos, a multimillonarios.
Las compras de empresas por parte de
Cisneros, en cualquier parte del mundo, repercutieron en las páginas de los
diarios nacionales e internacionales.
Los allegados de CAP aprovecharon
sus extraordinarias influencias y relaciones para sacar provecho económico.
Creo que hubo acuerdos de ciertos sectores, entre ellos un gran diario de
circulación Nacional, con sus “Notables” y todo, quienes hicieron campaña
contra él –y de paso, contra los partidos políticos- con el interés de generar
una atmósfera de catástrofe en el país de donde poder sacar del sombrero a un “salvador”,
un Presidente “aliado” y “domesticado”.
Trabajaba en El Universal
cuando se produjo el “Caracazo” y sentí la presión de la “competencia” frente a
mis informaciones objetivas y neutrales sobre la situación del país, infiero
que para la competencia dicha situación era terrible y ameritaba un cambio de
timón en Venezuela.
En mis reseñas
periodísticas sobre el Caracazo, dejé ver -porque era imposible saber la verdad
de esos acontecimientos para el momento- que fueron provocados, incluso escribí
que la zona bancaria por excelencia, la Av. Urdaneta –desde el Banco Central
hasta numerosas agencias de instituciones bancarias- no sufrió daños durante
esos cruentos sucesos.
Hoy creo que los prepararon
los chavistas de entonces; a ellos se sumó la delincuencia que saqueó a gusto.
Los resultados son conocidos, lo que debe saberse ahora es quiénes estuvieron
detrás de esos acontecimientos.
En cuanto a la acusación
que se le hizo de malversación de fondos públicos durante su segundo mandato,
la raíz de todo parece estar en el uso de 250 millones de bolívares de la
partida secreta, destinados a brindar asesoría y custodia a la Presidenta de
Nicaragua, Violeta Chamorro.
Fuimos testigos
presenciales cuando durante la presidencia de Herrera Campins, su gobierno hizo
lo propio para asistir a la mandataria nica, no nos consta si se usó dinero del
Estado para eso, pero sí que personal de la Casa Militar de Venezuela prestó
colaboración en ese sentido. Y no se hizo escándalo ni mención del caso, simplemente
quedó como un caliche más.
Sin embargo, en muchos
sectores se comentaba que Gustavo Cisneros era el testaferro de Pérez, versión
ésta que no ha podido ser verificada, pero tampoco desmentida.
Su partido, Acción
Democrática, se sumó al coro que pedía su renuncia al cargo, y así lo decidió
la mayoría en el antiguo Congreso Nacional. CAP sí aceptó la renuncia.
Personalmente, interactúe
con él como reportera de El Impulso enviada a la cobertura de la firma del
Tratado Torrijos-Carter, en Panamá (1979), donde si bien ya no era presidente,
fue testigo invitado especialmente por su amigo el mandatario panameño Omar
Torrijos. CAP había entregado el mando a Luis Herrera Campins, con quien
viajamos al istmo caribeño los periodistas que cubríamos la fuente
gubernamental. La noche antes del viaje, LHC había dirigido una alocución a la
nación en la que la prensa destacó en
grandes titulares sus palabras: “Recibo un país hipotecado”.
Por supuesto, apenas
llegamos al hotel, todos los periodistas
venezolanos nos dirigimos a la habitación donde estaba alojado el ex presidente
tachirense, a quien le cayó una avalancha de preguntas sobre el tema del
endeudamiento denunciado por su sucesor.
CAP, en su habitual
galantería y “pantallerismo”, me invitó a tomar un trago en su habitación en
horas de la noche, lo cual, por supuesto, ignoré, pero que provocó que mis
colegas dijeran que el hombre me estaba “echando los perros”, como decimos los
venezolanos.
Ese fue nuestro único
encuentro, porque durante su segundo mandato, no cubría ya la fuente
presidencial ni tuve ocasión de participar en algún evento periodístico donde
él estuviera. Murió en 2010 en la ciudad de Miami, donde se había refugiado
luego de sufrir aquí el rechazo de hasta sus propios compañeros de partido.
Continúa…
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